Los conflictos identitarios

Aleardo Laría.

Los conflictos derivados de las reivindicaciones identitarias han sido recurrentes en la historia y han tenido muy difícil solución. Como señala Amin Maalouf en Identidades asesinas (Alianza Editorial) la mayoría de los conflictos sangrientos y las matanzas que se han producido a lo largo de la modernidad tienen que ver con complejos y antiquísimos contenciosos de identidad. Añade que el error habitual que se comete en el abordaje de estos conflictos  es cuando se asigna a una comunidad el papel de cordero y a otra el de lobo. De modo que frente a cuestiones de tanta complejidad lo primero que se debiera evitar es caer en reduccionismos simplificadores y saber separar lo que es distinto para ofrecer soluciones proporcionadas a cada contingencia.

Dentro de la categoría de conflictos identitarios los más enrevesados son los originados por el etnonacionalismo. Benedict Anderson, en su conocido ensayo Comunidades imaginadas (FCE) ha puesto de relieve que las naciones son construcciones históricas, de naturaleza contingente. Originariamente existieron sentimientos de pertenencia grupales, pero no eran identidades colectivas a la que se les atribuía soberanía sobre un territorio. Esto último es una creación del nacionalismo moderno. Anthony D. Smith, autor de numerosos ensayos sobre este tema, señala en Nacionalismo y modernidad (Ed. Istmo)  que lo que da al nacionalismo su poder, la base sobre la que se crean las naciones, son “los mitos, las memorias, tradiciones y símbolos del legado étnico, y las formas en las que un pasado vivido popularmente ha sido, y puede ser, redescubierto y reinterpretado por las modernas élites intelectuales nacionalistas”. Coincide con el enfoque modernista en el sentido de que las naciones no son naturales, sino que han sido construidas en tiempos relativamente recientes. Pero no las considera obra de una manipulación y defiende la realidad y continuidad de los grupos étnicos (para los que acuña el neologismo inglés ethnies), cuya persistencia puede ser muy larga en el tiempo. Estas etnias se definen por una serie de rasgos entre  los que incluye los mitos de ascendencia común, una historia compartida, un  sistema cultural específico (lengua, religión, costumbres), asociación con un territorio en el que creen hallarse establecidos desde hace tiempo y sentimiento comunitario de identidad y de solidaridad.  La nación incluye a la etnia, pero al mismo tiempo la trasciende sobre la base de lazos cívico-legales que otorgan un nuevo contenido, en sentido político, a la pertenencia de un grupo común en un territorio determinado. Tanto nación como etnia son creaciones que interactúan con la historia y su singularidad es fruto de un proceso de continuas adaptaciones en el tiempo. El historiador checo Miroslav Hroch ha investigado la formación de las pequeñas naciones europeas del siglo XIX a partir de los que denomina “grupos étnicos subalternos” que se desarrollan  en el territorio de una nación dominante, Establece tres fases en los procesos que han tenido lugar en estos países. En una primera fase, ciertos intelectuales manifiestan su interés por la cultura y las tradiciones; en una segunda fase organizan una agitación que tiene lugar mediante la publicación de revistas y periódicos y finalmente, cuando el movimiento adquiere una dimensión de masas, comienzas las reivindicaciones políticas que van desde el pedido de autonomía hasta el separatismo para obtener un Estado propio. Consideraciones históricas que vienen a cuento para recordar el material altamente inflamable que insufla estos conflictos.

Las ocupaciones coloniales

Los procesos de conformación de las naciones modernas han alcanzado mayor complejidad cuando han sido fruto de acciones de limpieza étnica dirigidas a desplazar a los habitantes originarios. Existe un matiz diferencial entre la “limpieza étnica” y el “genocidio”. Si bien la asamblea general de la ONU declaró que la limpieza étnica es una forma de genocidio, ambos términos conceptualmente no son sinónimos porque describen hechos diferentes. La limpieza étnica busca el desplazamiento de un territorio de una población considerada indeseable, mientras que en el genocidio la intención es eliminar totalmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso. Los procesos de colonización de la América española, la colonización de los Estados Unidos, la ocupación de Palestina por inmigrantes judíos y la Conquista del Desierto llevada por Julio A. Roca en Argentina parecen ajustarse más al concepto de limpieza étnica dado que la finalidad fue facilitar el asentamiento de los colonos. Han sido procesos inevitablemente violentos por la comprensible resistencia opuesta por los nativos a la empresa colonizadora. En algunas ocasiones, para vencer esa resistencia, se ha acudido al expediente de aterrorizar a la población original mediante actos de enorme crueldad que han dejado profundas huellas en la memoria de los descendientes. Si bien puede considerarse que esos procesos de colonización son hechos irreversibles, deben ahora, en un contexto cultural muy diferente, dar lugar a acciones reparadoras de los enormes sufrimientos causados.  Por consiguiente, en el conflicto identitario que envuelve a la comunidad mapuche en las provincias de Río Negro y Neuquén, existen reivindicaciones legítimas que han sido recogidos en la nueva redacción del artículo 75 apartado 17 de la Constitución Nacional, tras  la reforma de 1994, al “reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos” para lo que se garantiza “la posesión y propiedad comunitaria  de las tierras que tradicionalmente ocupan; regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano, advirtiendo que ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos”. El cumplimiento efectivo  y no retórico de estos derechos no es una tarea sencilla y las demoras en el cumplimiento de la Ley de Emergencia Territorial Indígena N° 26.160 de 2006, que prevé la suspensión de los desalojos de tierras indígenas con el fin de posibilitar el relevamiento catastral de los territorios con presencia de pueblos originarios –paso previo para formalizar la entrega de los títulos de propiedad-, es causa de profundo malestar en estas comunidades.

La mayoría de las organizaciones que nuclean a los pueblos originarios de la Patagonia, como la Coordinadora del Parlamento Mapuche Tehuelche de Río Negro y la Confederación Mapuche de Neuquén son entidades que colaboran activamente con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) que dirige Magdalena Odarda y han condenado algunos ataques incendiarios que han tenido lugar en Bariloche y El Bolsón. No obstante, avalan las acciones de recuperación de tierras como método válido dirigido a dar mayor visibilidad a la reivindicación de sus derechos. Las tomas, que jurídicamente pueden ser consideradas usurpaciones, dan lugar a procesos judiciales y generan enorme irritación en los vecinos afectados que reclaman acciones más enérgicas a la Justicia.  Junto a estas organizaciones legales se discute si también existe  una organización clandestina, denominada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) a partir de la relevancia que se otorga a un comunicado difundido en el año 2014 donde se asumía la autoría de los ataques perpetrados contra el refugio Neumeyer, propiedad del Club Andino Bariloche y el Consulado de Chile en Bariloche. En el texto se afirmaba que los autores no eran “ni argentinos ni chilenos, somos Nación Mapuche. Todo el territorio libre y recuperado para todo nuestro pueblo” y reivindicaban el principio de autodeterminación de los pueblos para justificar “la resistencia e incluso la insurrección armada para alcanzar objetivos como el separatismo y la liberación nacional”. Algunas voces, como la del obispo de Bariloche Juan José Chaparro, expresaron sus dudas acerca de la existencia de esta organización. En un comunicado publicado el 31 de agosto de 2017, la Coordinadora del Parlamento Pueblo Mapuche en Río Negro y la Confederación Mapuche Neuquina caracterizaron al grupo RAM como un “fantasma” que “parece más el accionar de un grupo de inteligencia que de la lucidez y capacidad de resistencia cultural que ha tenido el pueblo mapuche” atribuyendo a los servicios de inteligencia argentino y chileno la implementación de un plan para dar lugar a la aplicación de la ley antiterrorista. Amnistía Internacional Argentina, junto con otras organizaciones de derechos humanos, también han expresado su profunda preocupación por “la creciente estigmatización y persecución al pueblo mapuche”. En una nota publicada en el diario El País  de España, Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, denunció la existencia de “estrategias de desgaste y persecución que sirven para silenciar reivindicaciones históricas de los pueblos originarios”. 

El Informe Bullrich 

El 25 de noviembre de 2017 efectivos del grupo Albatros de la Prefectura Naval, al intentar un desalojo en Villa Mascardi, dieron muerte a Rafael Nahuel, un joven de 22 años de origen mapuche.  El gobierno de Mauricio Macri atribuyó el episodio a una supuesta agresión con armas de fuego por parte de integrantes de la RAM,​ a la que los efectivos habrían respondido disparando con armas de 9 mm. Investigaciones posteriores confirmaron que los mapuches baleados no estaban armados y en mayo de 2019 la Cámara Federal de General Roca desestimó la figura de legítima defensa invocada por los presuntos autores de los disparos. ​Desde aquel episodio, han sido notorios los esfuerzos de la ex ministra de Seguridad de Macri, Patricia Bullrich, dirigidos a  demostrar la existencia del grupo RAM operando en la Patagonia, como forma ex post de justificación legitimadora de las intervenciones de Gendarmería y Prefectura. Con esa intención el Ministerio de Seguridad, junto con los gobiernos de las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut, dio a publicidad  en diciembre de 2017 un informe de 180 páginas para probar “la existencia de grupos terroristas mapuches en la Patagonia”.  En realidad la mayor parte del informe son fotografías de lugares incendiados y de las armas secuestradas en algunos allanamientos, consistentes en cuchillos, hachas, martillos y serruchos.  El informe reconoce que “la gran mayoría” de las agrupaciones culturales y reivindicativas mapuches no tienen vinculación con la RAM y no avalan los métodos insurreccionales violentos aunque añade que “algunos integrantes de esa organización si participan en otras organizaciones indigenistas”. El informe  señala la presunta existencia de una relación entre la RAM y el movimiento etnonacionalista radicalizado de Chile, en particular con la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), una organización violenta que nace en Chile a fines de la década de 1990. Según el informe, “la RAM replica en Argentina los métodos y la ideología de su organización análoga chilena, y ambas comparten la definición de la Nación Mapuche –con algunas diferencias doctrinarias- y de los territorios ancestrales en los que ésta debería basarse”. (Se puede acceder al informe en el siguiente enlace: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_ram-_diciembre_2017.pdf)

El informe debe tomarse cum grano salis porque existen pruebas de intervenciones fraudulentas por parte de los servicios de inteligencia de Chile para incriminar a ciudadanos mapuches. En una nota periodística, María Beatriz Gentile, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad del Comahue, ha revelado los detalles de la denominada “Operación Huracán” realizada en septiembre del 2017 por carabineros chilenos que condujo a la detención y encarcelamiento de 8 comuneros mapuches acusados de terroristas. En enero de 2018, un informe del Ministerio Público de Chile reconocía que mediante pericias técnicas se había detectado la manipulación de las pruebas que incriminaban a los detenidos. Al haberse acreditado la fraudulenta operación de inteligencia, el presidente de Chile, Sebastián Piñera se vio obligado a aceptar la renuncia del director de Carabineros, Bruno Villalobos y del general Gonzalo Blu, responsable de los hechos. Esa operación fue una de las incluidas en el Informe Bullrich, para reforzar la hipótesis de la existencia de grupos terroristas mapuches actuando en la Patagonia.

Recientemente, tras el incendio de un centro de información turística en construcción y del Club Andino Piltriquitrón en El Bolsón, la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras ha retomado la tesis de un protagonismo de la RAM al considerarlos “hechos terroristas” causados por “un grupo beligerante con conexiones internacionales”. La prudencia aconseja no anticiparse al resultado de las investigaciones policiales, pero tampoco hay motivos para descartar ninguna hipótesis. La virulencia que el conflicto mapuche ha alcanzado en Chile, con incendios frecuentes de propiedades y maquinaria, la muerte violenta de varios comuneros, y decenas de mapuches condenados bajo la ley antiterrorista, no permite descartar la presencia de alguna célula que intente trasladar a territorio argentino esa conflictividad. En cualquier caso, lo que se debe evitar es incurrir en la tradicional torpeza de la derecha, que con la excusa de la lucha antiterrorista, busca estigmatizar al conjunto de pueblos originarios que ejercen reivindicaciones territoriales. Justamente, la reacción excesiva o desproporcionada puede ser funcional a los intereses de los que que desean agudizar las contradicciones.  

 La Patagonia es una de las regiones más bellas del mundo, bendecida por la naturaleza. Es un espacio geográfico extenso, con baja densidad de población y con una enorme dotación de recursos estratégicos como el petróleo o el gas y considerables cantidades de agua dulce. Todas estas circunstancias la sitúan como un espacio geográfico que se presta a ser causa de potenciales conflictos. Conviene no olvidar las enseñanzas de la historia. Texas también era una provincia escasamente poblada que pertenecía al estado mexicano de Coahuila y Texas. A principios del siglo XIX se comenzaron a asentar colonos provenientes de los Estados Unidos que en poco tiempo se convirtieron en la población mayoritaria. En 1835 estalló una revolución dirigida por estos colonos que dio lugar a la formación de la República de Texas. Después de varios intentos fallidos, finalmente el Senado y la Cámara de Diputados de EE.UU. aprobaron la anexión de Texas en diciembre de 1845. De este modo México perdió más de la mitad de su territorio. A la vista de estos antecedentes, los partidos políticos argentinos debieran evitar que estos conflictos, que suelen prolongarse a lo largo de mucho tiempo y afectar a gobiernos sucesivos de diferente coloración política, sean utilizados en las luchas partidarias y en las batallas electorales. Es muy tentador para la oposición acusar al Gobierno de  “connivencia con las acciones terroristas” por el solo hecho de que se actúe con la prudencia y el tacto necesario para evitar incrementar el conflicto. El reduccionismo propio de las  visiones maniqueas, a la que es tan afecta  la derecha conservadora, conduce inexorablemente a la recaída en lamentables y onerosos errores políticos que deben sobrellevar luego las generaciones futuras.   

(Una nota de similar factura ha sido publicada en la revista digital El Cohete a la Luna)