Pichetto frente al espejo de Pedro Sánchez

Aleardo Laría.

Todas las personas tienen el derecho a cambiar de opinión política y modificar sus preferencias electorales. Nadie merece ser catalogado de “traidor” por tomar la iniciativa de renunciar a su partido político para pasar a integrar otra fuerza partidaria. Pero es cierto también que en las sociedades humanas existe un cierto aprecio por los valores de lealtad que obligan a un comportamiento gestual coherente con las decisiones que se adoptan.En la vida cotidiana nos produce un cierto escozor que un conocido abandone sorpresivamente a la mujer con la que ha estado casado 30 años y al día siguiente se exhiba sonriente en la plaza del pueblo del brazo de su joven y bella amante. La impúdica presencia de Pichetto en la reunión de gabinete del gobierno de Macri es casi una muestra alegórica de ese tipo de conducta. Lo notable en Argentina es que un comportamiento tan corrosivo para la política se adopte a la luz pública, mientras los grandes medios no terminan de ensalzar las virtudes republicanas del flamante candidato a vicepresidente.

En julio de 2018 el entonces secretario general del PSOE –y actual Primer Ministro- Pedro Sánchez renunció a su escaño de diputado en el Congreso porque decidió desobedecer el mandato del Comité Federal, que había decidido la abstención para dejar gobernar a Mariano Rajoy. Sánchez manifestó en la ocasión que dejaba el escaño porque estaba «en profundo desacuerdo con facilitar el Gobierno de Rajoy» y porque no quería «quebrar la confianza» que depositaron en él millones de militantes y votantes. «A partir del lunes, tomo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a quienes no han sido escuchados», dijo en la ocasión. Esa digna y valiente decisión le permitió luego recuperar el mando de su partido en las siguientes elecciones internas y ser consagrado luego Primer Ministro por el Parlamento español.

Miguel Angel Pichetto también ha tomado una decisión arriesgada al aceptar acompañar al presidente Mauricio Macri en la fórmula presidencial. Siendo una persona de profundas convicciones conservadores, ha realizado un acto de coherencia interna al sumarse a una fuerza de centro derecha, lo que probablemente debe producirle una enorme sensación de paz interior. Es bueno para la política que las personas militen en sus espacios de afinidad ideológica. Pero lo que no es aceptable es que al mismo tiempo conserve la banca de senador que obtuvo como integrante del bloque de la oposición y los cargos en el Consejo de la Magistratura como representante de ese bloque. Un comportamiento éticamente republicano le obliga a renunciar a su ficha de afiliación partidaria en el Partido Justicialista, a su banca en el senado y consecuentemente a los puestos políticos que ocupa en virtud de esa representación.

En Argentina, como en otros países, estamos acostumbrados a que senadores o diputados elegidos por un partido, renuncien a su espacio para conformar un nuevo bloque parlamentario. Pero el caso de Pichetto es diferente por varios motivos: no se trata de un simple senador sino del presidente del Bloque Justicialista, bloque mayoritario en el Senado, y es en virtud de esa condición es que ocupa uno de los dos puestos que según la Ley del Consejo de la Magistratura le pertenece a ese bloque. La ley de creación del Consejo señala que «los miembros del Consejo elegidos por su calidad institucional de jueces en actividad o legisladores, cesarán en sus cargos si se alterasen las calidades en función de las cuales fueron seleccionados». Por ejemplo, en el caso de la ex diputada Anabel Fernández Sagasti, por el Frente para la Victoria, debió ceder su puesto en el Consejo cuando terminó su mandato en el Congreso. De modo que parece evidente que la alteración de la calidad en la que fue seleccionado fuerza el cambio del consejero puesto que se rompe el equilibrio de representación que exige el artículo 114 de la Constitución Nacional.

Pichetto ha manifestado que no tiene la menor intención de renunciar al cargo que ostenta en el Consejo de la Magistratura y menos aún a su condición de senador. «Voy a seguir actuando con la independencia que siempre lo hice», aseguró, y anticipó que está dispuesto a dar pelea para continuar. «Que vayan a la Justicia si quieren», dijo desafiante. Sin embargo, desde la ética republicana, su situación es insostenible. La valerosa decisión de “salir del armario” peronista quedaría absolutamente degradada si no se viese acompañada de una renuncia a los cargos que ostenta, tal como lo hizo un político honesto y consecuente como Pedro Sánchez. Si se quieren defender los principios republicanos, el mejor modo de hacerlo es predicando con el ejemplo.