Diferentes llamados al diálogo

Aleardo Laría.

En las últimas semanas  se han formulado diferentes llamados a constituir mesas de diálogo entre los argentinos. La crisis generada por la pandemia y la necesidad de un acuerdo socio-económico que contribuya a remontar la complicada situación creada, constituye un fuerte incentivo para acoger este tipo de llamamientos.  Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Cuando las iniciativas al diálogo son formuladas por personas o instituciones que han sabido tomar distancia de la grieta abierta en los últimos años, resulta difícil dudar de la sinceridad que  envuelve la propuesta. Por el contrario, cuando las invitaciones  parten de personas o entidades que hace cinco minutos atrás participaban activamente en la tarea de cavar trincheras, las suspicacias sobre las verdaderas intenciones de los convocantes son inevitables.       

            Comencemos por las convocatorias sinceras. Eduardo Fidanza, en sus notas en Perfil, hace tiempo que viene señalando la necesidad de superar la grieta, pero advierte que “el poder y los medios están en otra cosa”. Añade que “con una pavorosa falta de imaginación, día a día ocupan la agenda temas banales, desde las interminables rencillas de la política hasta los últimos movimientos de la vicepresidenta. Así, los problemas se agravan y las oportunidades pasan”. La convocatoria de Fidanza es un llamado a alcanzar un consenso instrumental  evocando  el consejo célebre que Ortega les dio a los argentinos: ir a las cosas. “Entender, como nos lo recordó, que una nueva época requiere una nueva forma de atención. Tal vez llegó el momento de dejar de divagar, de alimentar los mismos mitos, de contraponer el pueblo a la república y la república al pueblo. Quizá es hora de abandonar la pelea senil entre dos países imaginarios para resolver los dramas de un único país que padece y se desangra”.

            Desde una posición más conservadora pero intelectualmente sólida,  Natalio Botana señala que la actual coyuntura política despierta la sensación de que el país atraviesa  un pantano en cuyo fondo cenagoso se enfrentan dos bloques. En el interior de cada bloque se visualiza un contrapunto no resuelto entre dialoguistas y excluyentes.  Dialoguistas serían los que no desean seguir cavando la grieta y excluyentes quienes entablan interminables combates contra el enemigo. En su opinión, “en una escena tan intrincada, una cosa parece cierta: mientras ambos conglomerados no consoliden liderazgos moderados y de convergencia seguiremos dando vueltas entre la indefinición y la incertidumbre”.

            Otra convocatoria ha tenido su origen en el Club Político Argentino, apenas unos días después de que este espacio de intelectuales librepensadores, dando elocuentes muestras de  aprecio por la tolerancia, se desprendiera de los integrantes de la lista interna rival. Esto ha alimentado la suspicacia de muchos observadores, que valoran el documento como una jugada dirigida a matar dos pájaros de un tiro: ofrecer un nuevo servicio a la Coalición Cambiemos y al mismo tiempo echar una púdica cortina de humo sobre el enojoso episodio de los expulsados. Esta es, al menos, la interpretación que hace Andrés Fidanza en La Política Online: “Así, el Club Político Argentino buscó dos objetivos colaterales: retomar la iniciativa en el debate público y, en la misma jugada, dar por superados su última tanda de malestares y pujas internas”. 

            Si atendemos al tenor del texto de la declaración del CPA, los convocantes se muestran muy preocupados por “la situación excepcional que nos conmociona, que profundizará la brecha y sumará dolores a los ya existentes”.  Añaden que debido a  esta razón proponen “que el Poder Ejecutivo, con apoyo del Congreso, a través de las autoridades de los bloques legislativos, convoque con carácter urgente a una mesa de diálogo nacional. Es tiempo de implementar un plan de coincidencias mínimas que integre a los partidos políticos, los sectores de la producción y del trabajo, los representantes de la economía informal, las organizaciones sociales, la comunidad educativa, las entidades profesionales, las congregaciones religiosas y demás entidades representativas de la sociedad civil”.  La convocatoria aparece avalada por una dialoguista nata como Patricia Bullrich y numerosos diputados y senadores de Cambiemos acompañados de un conjunto de personalidades entre las que predominaban los intelectuales que  han venido ofreciendo respaldo incondicional   al gobierno de Mauricio Macri. 

            La mejor interpretación de la intención política que esconde el “valioso documento del Club Político Argentino” la ofrecía un editorial de La Nación que llevaba por título “El tan necesario dialogo nacional”. Para que el lector se haga su propia composición de lugar, es mejor citar un párrafo sin cortes: “El llamamiento cierra cualquier espacio a las aventuras autoritarias: «Saldremos de la emergencia -afirma- con más democracia, no con menos». Y al advertir que el Poder Judicial tiene que cumplir con su papel «sin injerencias de los otros poderes del Estado», se hace cargo del escándalo que la vicepresidenta y el núcleo duro cada vez más aislado del kirchnerismo están ocasionando al país para garantizarse a toda costa la impunidad en los múltiples juicios que afrontan por corrupción. Hay allí procesamientos y condenas en firme y, sin pudor alguno, se pretende desplazar a jueces independientes por otros complacientes”.

            Coincidiendo con la interpretación del editorialista de La Nación, Andrés Fidanza opina que “la movida del CPA apunta, según admiten algunos de sus integrantes, a presentarle una suerte de advertencia al presidente Alberto Fernández. El mensaje sería: cuente con nosotros para ponerle un límite al cristinismo”. Es decir que según todas las evidencias, estamos ante la típica maniobra de introducir un caballo de Troya en las filas de los adversarios políticos. El resultado de estas maniobras  es previsible. Es probable que dentro de pocos días quienes hoy llaman al diálogo vuelvan a cubrir las páginas de Clarín y La Nación con las acusaciones de que el presidente Alberto Fernández, debido a las “injerencias” de la vicepresidenta, se niega a entablar el diálogo demandado. Parece difícil que con estrategias tan pueriles y  oportunistas  las puertas del diálogo lleguen a abrirse algún día.