Aleardo Laría.
Al inicio de los años 90 el jurista argentino Carlos Nino escribió Un país al margen de la ley, un ensayo dirigido a poner en evidencia ciertos comportamientos anómicos muy arraigados en nuestra sociedad. Por anomia entendía la falta generalizada de apego al cumplimiento de las normas. Nino añadía que nuestra anomia era “boba” porque se trataba de acciones frustrantes para los mismos agentes que las ponían en ejecución. En estos comportamientos incluía la evasión en el pago de impuestos, la contaminación ambiental, el desorden en el tránsito, la economía informal, los comportamientos abusivos de algunos empresarios y las variadas formas de corrupción. También impugnaba nuestro presidencialismo monárquico, que se reflejaba en el comportamiento autoritario de nuestros presidentes.
Una mirada retrospectiva desde la época en que Nino escribiera su ensayo hasta la actualidad, causa la impresión de que la “anomia boba” no se ha atenuado. Se puede hacer un rápido balance enfocando el microscopio solo en la gestión presidencial desde aquella lejana época en que reinaba Carlos Menem. Uno de los hechos más escandalosos de su gobierno fue la exportación ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, respaldad por dos decretos presidenciales secretos que autorizaban la venta de ese material bélico a otros destinos. Durante el gobierno de De la Rúa, otro escándalo fue el uso de la Banelco, que consistió en el pago de sobornos a varios senadores para que aprobaran una reforma de la legislación laboral.
En los gobiernos Néstor Kirchner y Cristina Fernández, salieron a la luz varias tramas de corrupción vinculadas con la obra pública. Altos funcionarios como José López, Ricardo Jaime y Amado Bodou han sido objeto de condenas penales. El juez Bonadío consideró que Cristina Kirchner también quedaba comprometida en la “causa de los cuadernos” pero es cierto también que las investigaciones de Bonadío no han sido rigurosas y algunas han sido anuladas o están a punto de serlo.
El ex presidente Mauricio Macri es quien actualmente sobrelleva más causas penales sobre sus espaldas. Aunque están todas en fase de investigación y rige el principio de presunción de inocencia, no se puede negar que acciones como utilizar la AFI para espiar a opositores y rivales internos; intervenir en el Poder Judicial para remover jueces y promover causas judiciales contra empresarios y políticos de la oposición; favorecer los negocios familiares en parques eólicos, autopistas y Correos o enviar municiones a Bolivia, son hechos de inocultable gravedad.
Es en este contexto es que ha tenido enorme repercusión periodística la participación del presidente Alberto Fernández en la celebración del cumpleaños de su pareja en la residencia de Olivos en el año 2020, cuando regía una estricta prohibición de reuniones sociales motivada por la pandemia. Sin duda, la acción del presidente, en ese contexto, es reprochable, pero lo más novedoso ha sido la notable reacción de los medios de prensa y de tantos políticos indignados que han elevado el listón de la moralidad a un nivel excepcionalmente alto al punto de considerar que estamos ante una causal de juicio político. Hace poco los diarios internacionales reflejaban un reproche similar que había sufrido la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, por acudir a una fiesta de cumpleaños violando las medidas del gobierno. Afortunadamente, estamos asistiendo a un estallido de moralidad y la anomia que tanto preocupaba a Carlos Nino parece haberse desvanecido como por ensalmo. Hoy podemos celebrar que en materia de moralidad ya somos como Noruega.
Nota publicada en el diario «Río Negro».