Aleardo Laría.
La aparición súbita en Argentina de un partido de extrema derecha, que consigue hacerse con el poder en breve tiempo, ha sido un acontecimiento que no estaba en las previsiones de nadie. Es comprensible, por lo tanto, que sean todavía escasos los análisis y textos referidos al estudio del nuevo fenómeno. Un anticipo de lo que se preparaba lo brindó Pablo Estefanoni en La rebeldía se volvió de derechas (Siglo XXI, 2021) señalando que “estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla. Un clima semejante se vivió en las décadas de 1920 y 1930 mientras el mundo se enfrentaba a la ‘decadencia de Occidente’ y, sobre todo, a la crisis de la democracia liberal”. Añadía que había llegado el momento de prestar más atención al fenómeno de las derechas y la atracción que ejercían sobre las nuevas generaciones. “Hay, en general, cierta pretensión de superioridad moral del progresismo que le juega en contra en el momento de discutir con las derechas emergentes, por una simple razón: porque la izquierda dejó de leer a la derecha, mientras que la derecha, al menos la “alternativa”, lee y discute con la izquierda”. Frente al fenómeno incuestionable de que sectores de la clase trabajadora han abandonado su tradicional identidad de izquierda para votar a las derechas extremas, cunde el desconcierto. Como señala Stefanoni, “hoy es claro que no es posible construir mayorías populares solo desde las viejas identidades de izquierda. Y también que el anticapitalismo, si quitamos la experiencia del socialismo real que nadie quiere repetir, no tiene anclaje en experiencias embrionarias que puedan universalizarse”.
Desquiciados
Desquiciados: Los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha (Siglo XXI, 2024), es una reciente compilación de textos de diversos autores realizada por Alejandro Grimson. El interrogante que busca responder Grimson es qué cambios se produjeron en el mundo y en nuestro país para que “el 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que se celebraban cuarenta años de democracia, la Argentina, capital americana de los derechos humanos, se convirtiera en la capital americana de la derecha radical”. Naturalmente, ante un fenómeno complejo, encontraremos una amplia diversidad de circunstancias concurrentes, más allá de que como reconoce Grimson, “el punto clave del voto fue contra la inflación, como drama y también como metáfora de lo indeseable”. A nivel global, asistimos a una revolución de la comunicación debido a las innovaciones tecnológicas de la información y la comunicación, al uso extensivo de las redes sociales y al papel del smartphone, que impacta enormemente en las relaciones políticas y sociales. Para Grimson “el micro emprendedurismo, las TIC y la estructura individualizante de estas formas económicas promueven una nueva subjetividad. Es el individualismo autoritario (Adamovsky, 2023) o neoindividualismo”.
En el caso argentino es evidente que el severo deterioro de la economía es un factor que ha influido en el crecimiento de la extrema derecha. En el libro recopilado por Grimson hay un capítulo de Leandro Sowter en el que se analiza la evolución económica argentina entre 2003 y 2023. Considera que “desde 1975 hasta hoy, el país ha tenido uno de los peores desempeños macroeconómicos de América Latina. Todavía tiene el segundo PBI per cápita más alto de la región, pero no solo ha sido superado por Chile, sino que ha acortado la distancia que lo separaba del resto de los países. Esto torna verosímil una idea de ‘decadencia nacional’ y provoca una exacerbada frustración”. Las cifras del incremento de la pobreza y la enorme cantidad de trabajadores de la economía informal son datos elocuentes que no dejan lugar a dudas.
El futuro del experimento
Si bien no es posible explicar el fenómeno de la aparición de Milei sin hacer el cómputo de los errores políticos que se fueron acumulando a lo largo de las últimas décadas, surge también la sensación de que el experimento no saldrá bien. La pretensión de refundar la nación, contando como herramienta con un puñado de fanáticos reclutados en las redes sociales, no parece destinado al éxito. La estrategia de reducir la inflación, provocando una recesión de caballo, no es sostenible en el tiempo. Se trata de un recurso bárbaro, que recuerda el uso en el mundo antiguo de la sangría para curar las enfermedades del cuerpo, una práctica fundada en la falsa creencia de que la menstruación tenía la función de «purgar a las mujeres de los malos humores». En el mundo existen pocas experiencias de este tipo y en América Latina sólo se recuerda la política de shock de Augusto Pinochet, que contaba para ello con el respaldo del ejército chileno.
Gianfranco Pasquino, profesor emérito de Ciencia Política de la Universidad de Bolonia y discípulo de Norberto Bobbio, ha manifestado su escepticismo ante el experimento que está llevando a cabo en la Argentina el presidente Milei.https://www.lanacion.com.ar/politica/un-reconocido-politologo-italiano-discipulo-de-bobbio-advierte-sobre-los-problemas-del-experimento-nid31072024/. Para el profesor italiano, “los experimentos es difícil que funcionen, deben tener su base sobre trasfondos muy profundos, deben ser muy atractivos, deben lograr movilizar recursos personales, humanos, de grupo y demás, y no veo estas condiciones. Creo que esto es un interludio, Milei está forzando una situación, pero difícilmente logrará resolverla. Algo hará, pero no lo suficiente.” Las declaraciones de Pasquino son sugestivas porque añaden nuevos elementos a los análisis que buscan identificar las causas del advenimiento del mesías Milei. Según Pasquino “América latina ya nos ofreció casos de este tipo: nos ofreció el caso de Bolsonaro en Brasil, el caso de Chávez en Venezuela. La inestabilidad del sistema de partidos y la ausencia de partidos sólidos, con raíces y con alguna forma de ideología, abre siempre el camino a lo que podemos llamar los “emprendedores políticos”, es decir, los que aprovechan de la situación, que pueden ganar, pero que después tienen dificultades en vender su producto”.
La decadencia de los partidos políticos
Por lo tanto, en la decadencia de los partidos políticos, se puede encontrar otra de las claves interpretativas del surgimiento de los movimientos antipolíticos de extrema derecha. Es un tema que demanda una profundización que escapa a la breve extensión de una nota periodística, pero cuya explicación fue abordada por Peter Mair, un discípulo de Giovani Sartori, en un ensayo titulado Gobernando en el vacío, publicado en español por Alianza Editorial en el año 2013. Es un libro agotado, que solo se puede encontrar en las bibliotecas, pero que conviene leer porque es profético y anuncia la crisis de las democracias occidentales, tema que ha sido retomado recientemente por Emmanuel Todd en La derrota de Occidente (Akal).
Para Peter Mair, una cuestión esencial para entender la inestabilidad que actualmente padecemos pasa por profundizar en el análisis de la crisis de la democracia representativa y en especial de los partidos políticos. En la actualidad los ciudadanos ya no confían en los partidos políticos contrariamente a lo que acontecía con los “partidos de masas” que articulaban la vida social de los individuos de un modo similar al que lo hacen las religiones. En la actualidad los partidos políticos ya no realizan esas funciones tradicionales de representación y movilización emocional y en el caso de Argentina adquieren vitalidad solo en los meses que preceden a las elecciones. Este estado de cosas propicia que los ciudadanos cambien sus preferencias de una elección a otra y se sientan atraídos por aquellas opciones que ofrecen novedad o que adoptan posturas antipolíticas. Por otra parte, si bien los líderes políticos son designados por los partidos, es evidente que son sometidos al escrutinio de los medios de comunicación que influyen decisivamente para establecer vetos o descalificar ciertos candidatos. También operan los condicionantes propios de un mundo globalizado en donde las políticas económicas son fruto de la negociación con los organismos internacionales de crédito como el FMI. Pero con independencia de ese conjunto de variables independientes, lo que Mair subraya es la responsabilidad de los propios partidos políticos en su declive. Los partidos políticos, apoltronados en el rol de cubrir puestos en el Estado y dotarse de algunos privilegios, han terminado por descuidar las funciones de agregación de intereses y representación del electorado. Si a ello se le suma la incapacidad de los partidos para detectar los casos de corrupción, no es difícil relacionar las insatisfacciones de los electores con el surgimiento de fuerzas que se presentan como abanderadas de los disconformes.
Avanzar en el proceso de análisis de la pérdida de credibilidad de los partidos políticos es el modo de hilvanar nuevas estrategias que permitan la recuperación de esos instrumentos fundamentales de la democracia moderna. En el estudio de la crisis democrática aparecen numerosas causas que escapan a las posibilidades de actuación de los actores políticos nacionales o se muestran muy difíciles de controlar. Por consiguiente, hay que seleccionar aquellas causales donde realmente se cuenta con la posibilidad de intervenir de un modo constructivo. La reconfiguración de los partidos políticos parece una labor tan difícil como la que tuvo que abordar Hércules para limpiar los establos de Augías, pero por algo se debe empezar y no parece que las opciones disponibles sean muchas.
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